Autora: Dra. MJ Gibert.
Fecha de actualización: 14/6/22.
Fechas de versiones previas: 6/3/21.

Recuerdo que, hace ya años, nos contaban con profusión que nos teníamos que explorar los pechos cada mes, en los últimos días de la regla. Teníamos que empezar escrutando las mamas en el espejo y, justo después, tumbarnos en la cama, y palpar con la mano de un lado, el pecho del otro. Eran recomendaciones que emanaban del sentido común: si estás pendiente de tu cuerpo, encontrarás antes cualquier anomalía y, si ésta es de importancia, serás diagnosticada más precozmente y tendrás más posibilidades de curarte.

Desgraciadamente, estos consejos no habían sido probados y, para resolver si el sentido común nos guiaba bien o no, se organizó un ensayo clínico aleatorizado. Se hizo en Shanghai (China) y participaron más de un cuarto de millón de trabajadoras textiles. Se repartieron al azar entre un grupo al que se le enseñaba muy bien cómo hacerse la autopalpación mamaria y otro al que no se le explicaba nada. Las mujeres del grupo de la autoexploración, como que estaban muy pendientes, consultaban más al médico y, como resultado, se les indicaban más pruebas de imagen y más biopsias. Se dejaron pasar 10 años y aquellas mujeres más pendientes de sus pechos vivieron tanto como las que no se preocupaban. En definitiva, la autopalpación producía estrés, consultas y biopsias, a cambio de no alargar la vida.

Aun así, las organizaciones, para las que el cáncer de mama es su razón de ser, siguen recomendando la autoexploración de los senos. Esto se explica porque los tumores palpables de mama suelen ser detectados por las pacientes. La verdad es que sólo la mitad de los cánceres de mama se detectan durante una autoexploración más o menos reglada, y la otra mitad se diagnostican por casualidad. Un hecho que tenemos que resaltar es que los cánceres encontrados por casualidad suelen tener un tamaño similar a los que se encuentran con un autoexamen normalizado.

Lo que nos ha quedado claro, a raíz de estos hallazgos, es que los médicos y las clínicas estamos para dar salud y consuelo, y no para estresar a las pacientes. Por eso, cuando venís, os exploramos los pechos y os explicamos lo que es normal y lo que no. Pero ya hemos dejado de recomendar que os inspeccionéis los pechos regularmente. Como nos duchamos muchas veces por semana y la mano hace las veces de esponja, ésta vigila el pecho de manera más o menos inconsciente y no importa insistir más.

La autopalpación mamaria estresa a las mujeres y no alarga su vida

Para saber cuál debe ser el motivo de consulta al ginecólogo, primero conviene que conozcamos nuestros pechos y los conceptos que vienen a continuación os ayudarán:

1. Cada mujer tiene unos pechos únicos, diferentes de todas las otras mujeres, por lo tanto, no hay que compararse con nadie más.
2. No hay ninguna mujer que tenga los dos pechos perfectamente simétricos, siempre hay uno que es más grande que el otro. Además, como gran parte de la composición del pecho es grasa, que hace de relleno o de colchón para el resto de componentes, si aumentamos de peso, estas diferencias de tamaño entre los pechos también se magnifican.
3. Las mamas cambian a lo largo de nuestra vida. De más jóvenes, suelen ser más tupidas y redondas. Después de parir o de dejar de mamar, se vacían. En la menopausia, es frecuente que pierdan la forma redonda y se vuelvan más aplastadas y colgantes, además solemos ganar una o dos tallas de sujetador. El aumento de tamaño propio de la menopausia se debe a que acumulan un poco de grasa, lo que las ablanda.
4. La textura de las mamas varía según las zonas. Así, la parte más próxima a las axilas es más grumosa, como si fuera una bolsa de gelatina con granos de arroz y alguna lenteja. Es evidente que los grumos nunca serán idénticos entre un lado y el otro. Si consideramos la parte interna de los pechos, la que mira al escote, pues tiene muy poco tejido grumoso y predomina la palpación de las costillas. Si nos examinamos por detrás del pezón y la areola, notamos una zona que se hunde un poco, como si fuera una hamaca. Si tenemos un pecho generoso, a medida que envejecemos, desarrollamos una especie de cordón en el surco submamario, que es causado por el efecto de la fuerza que la gravedad sobre nuestros pechos.
5. Los pechos suelen estar más hinchados y se les notan más los grumos justo antes de la regla o cuando estamos embarazadas. Al bajar la regla, se reblandecen y es el mejor momento para valorarlos.

Es importante conocer nuestros pechos, sus variaciones y cuándo conviene consultar

En definitiva, si casualmente algún hallazgo en los pechos nos llama la atención, revisad si la textura de las zonas simétricas de la mama es similar, en cuyo caso no hay que preocuparse. Por el contrario, si una zona tiene una textura muy diferente de la otra, o bien, si nos notamos un nódulo del diámetro de la yema de un dedo o más, basta que nos ocupemos. Esperemos a que nos venga la regla y, si no la tenemos, pues dejemos pasar dos o tres semanas. Si los cambios persisten, ha llegado el momento de visitar a nuestro médico de confianza.

FUENTES DE LA INFORMACIÓN:

• Brett J, Austoker J. Women who are recalled for further investigation for breast screening: psychological consequences 3 years after recall and factors affecting re-attendance. J Public Health Med. 2001;23:292-300.
• Coates RJ, Uhler RJ, Brogan DJ, Gammon MD, Malone KE, Swanson CA, Flagg EW, Brinton LA. Patterns and predictors of the breast cancer detection methods in women under 45 years of age (United States). Cancer Causes Control. 2001;12:431-2.
• Mark K, Temkin SM, Terplan M. Breast self-awareness: the evidence behind the euphemism. Obstet Gynecol. 2014;123:734-6.
• Pippin MM, Boyd R. Breast Self Examination. En: StatPearls [Internet]. Treasure Island (FL): StatPearls Publishing; 2020 Ene. [acceso 15-2-21]. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK565846/
• Thomas DB, Gao DL, Self SG, Allison CJ, Tao Y, Mahloch J, Ray R, Qin Q, Presley R, Porter P. Randomized trial of breast self-examination in Shanghai: methodology and preliminary results. J Natl Cancer Inst. 1997;89:355-65.