El útero o matriz es una bolsa de músculo tapizada interiormente por un revestimiento o endometrio. Cuando el músculo uterino (o miometrio) se contrae, expulsa su contenido, que puede ser la menstruación o el concebido (parto o aborto).
Lo propio es que el músculo uterino tenga un grosor regular y su superficie sea lisa y uniforme. Si el miometrio tiene rugosidades, decimos que éstas son miomas o fibromas uterinos. En otras palabras, los miomas son unos tumores benignos, también constituidos por músculo uterino, pero que sólo ocupan espacio y que no ayudan a la función normal del miometrio que es la contracción uterina.
Los miomas pueden tener desde varios milímetros de diámetro a muchos centímetros, pueden ser pocos o muchos y pueden originarse tanto en la superficie externa uterina (subserosos), como dentro de la pared uterina (intramurales) o dentro de la cavidad uterina (submucosos), tal y como pueden ver en la figura adjunta. Su forma puede ser o esférica o parecida a una coliflor, cuyo tallo se enraíza dentro del útero.
Aunque una de cada 4 mujeres de más de 35 años tiene algún mioma, éstas no suelen notar su presencia. De hecho, los miomas suelen ser descubrimientos casuales durante las revisiones. Si durante la visita ginecológica sospecho algún mioma, lo confirmo por ecografía y se lo comunico, simplemente para que lo sepan, pues la gran mayoría de veces con los controles habituales, o un poco más frecuentes según los síntomas, es más que suficiente. Por suerte, estos tumores suelen dejar de molestar y/o reducir su tamaño después de la menopausia.
Factores de riesgo
Las mujeres con más posibilidades de tener miomas son las siguientes:
Las que tienen menos posibilidades son:
Las hormonas
Mientras tenemos la regla, nos suele preocupar que los miomas crezcan, sin embargo, sólo uno de cada tres miomas va a aumentar un 30% tras tres meses, mientras que el resto no se modificarán. Por otra parte, los crecimientos más rápidos son propios de los miomas más pequeños (diámetros de 5 cm o inferiores). Como ya hemos señalado, algunos miomas desaparecen o disminuyen después del parto.
El uso de anticonceptivos no aumenta el riesgo de miomas, aunque es posible que haya cierto incremento si iniciamos su uso antes de los 17 años.
Después de la menopausia, la mayoría de miomas se reducen a la mitad de su tamaño, pero esto no ocurre siempre; lo habitual es que no crezcan después de la menopausia, y si ocurriera, debemos hacer un seguimiento estricto y valorar extirparlos.
La terapia hormonal sustitutiva después de la menopausia puede favorecer que algunos miomas que nos molestaban, vuelvan a hacerlo. Aunque esta terapia causa un cierto crecimiento de los miomas, éste no suele ir acompañado de síntomas, por tanto, las mujeres menopáusicas que necesiten estos tratamientos los pueden utilizar.
Síntomas
Pueden aparecer en algunos casos y son:
Mioma y esterilidad
Tradicionalmente se creía que los miomas causaban esterilidad, pero hoy en día ya no se les considera una causa determinante. De hecho, en sólo el 3% de parejas estériles su problema se atribuye únicamente a los miomas. Se cree que los fibromas más problemáticos son los que distorsionan la cavidad uterina, los que tienen más de 5 cm de diámetro y los que obstruyen las trompas de Falopio y el cuello uterino (estos dos últimos impedirían que los espermatozoides encontraran al óvulo).
Si nos vamos a someter a un tratamiento de esterilidad, se nos recomendará la extirpación de los miomas submucosos mediante histeroscopia. Si hubiera algunos miomas grandes que no fueran candidatos a histeroscopia, se valoraría su extirpación por vía abdominal (laparotomía o laparoscopia), sobre todo si deforman la cavidad uterina.
Mioma y embarazo
Se calcula que una de cada 20 embarazadas tiene algún mioma, aunque sólo el 20% de ellos crecen. Si el mioma es muy grande (un palmo o más) y la placenta se “siembra” sobre él, hay un riesgo aumentado de aborto, prematuridad, bajo peso fetal, rotura de bolsa y desprendimiento de placenta. Si el mioma nace de la parte baja del útero o segmento (mioma segmentario) hay más riesgo de presentaciones no cefálicas (fetos en presentación de nalgas y en situación transversa) y, por tanto, de cesárea y de sangrado postparto abundante.
Unas pocas embarazadas con miomas sufren tanto dolor que necesitan ingreso hospitalario para administrarles calmantes por vena y cerciorarnos de que el feto está bien. Estos cuadros de dolor se atribuyen a la “degeneración roja”, que suele ocurrir al sexto o séptimo mes de embarazo y que se acompaña de vómitos y fiebre ligera.
En general, los miomas no se operan durante el embarazo, ya que ello supone un riesgo de aborto, prematuridad y sangrado. Sólo en el caso de que el mioma fuera muy doloroso y de origen subseroso, con una base de implantación estrecha nos podríamos plantear, de forma excepcional, la cirugía.
Degeneración maligna o sarcomatosa
Se considera que una entre 50.000 mujeres de más de 20 años tiene un sarcoma uterino (tumor maligno del músculo uterino que remeda un mioma), sin embargo, éstos son más frecuentes al final de la edad fértil y en los primeros años de la menopausia. Lamentablemente, ni las citologías, ni las biopsias endometriales, ni las técnicas de imagen distinguen bien entre miomas benignos y sarcomas malignos. Los sarcomas dan más síntomas que los miomas, pero ello no es suficiente para distinguirlos. Un criterio de sospecha de sarcoma es su crecimiento superior a 6 centímetros en un año, pero si la paciente no está cerca de la menopausia y no tiene síntomas, es controvertido que la tengamos que operar. En cambio, si la paciente tiene un mioma con un crecimiento significativo, está cerca de la menopausia y/o tiene síntomas, lo mejor es intervenir, pues el riesgo de tener un sarcoma aumenta sustancialmente, aunque no suele superar el 1%.
GLOSARIO:
Fuentes de la información: