DRA. GIBERT

CORONAVIRUS: qué es, cómo se comporta y se diagnostica

Autora: Dra. MJ Gibert.
Fecha de actualización: 9/1/22.
Fecha de versiones previas: 5/9/20.

El Coronavirus es una familia viral muy antigua, que infecta sobre todo a los animales y, después de mucho tiempo, ha conseguido llegar a la especie humana.

Estos virus residen en los murciélagos de todo el mundo que son, por tanto, su casa o reservorio natural. En el caso que nos ocupa, el virus se ha adaptado tanto a los humanos que hemos acabado siendo también su reservorio. El murciélago es un mamífero que puede portar multitud de virus sin que éstos le perjudiquen. El problema surge cuando interactúa con otra especie a la que estos virus pueden hacer daño. Tanto es así que los virus de las paperas, el sarampión, la bronquiolitis de los bebés, el moquillo de los perros, el Ébola y la pandemia actual nos han llegado a los humanos “vía murciélago”.

Covid-19_1

El nombre de Coronavirus obedece a un motivo muy simplón: tienen su superficie poblada de estructuras globulares que le dan apariencia de corona.

En los humanos puede producir un resfriado sin más consecuencias y, por ello, ni se diagnostica. En el siglo XXI, sin embargo, causó dos epidemias de neumonía con cierta mortalidad, una de ellas en 2002 (SARS o síndrome agudo respiratorio severo) y la otra en 2012 (MERS o síndrome respiratorio de Oriente Medio). El coronavirus causante del SARS o SARS-CoV-1 desapareció sin dejar rastro. El MERS-CoV, responsable del MERS, infectó a 14 personas, durante el 2021, 5 de las cuales fallecieron. Se transmite por la saliva de los camellos y dromedarios.

El COVID-19 es la denominación de consenso para la enfermedad causada por el Coronavirus de 2019 (COronaVIrus Disease-2019). Al nuevo virus se le llama SARS-CoV-2, ya que sus genes se parecen mucho al de la epidemia de 2002, aunque, como es obvio, son dos enfermedades diferentes.

El virus original siempre muta porque su “fotocopiadora” o polimerasa se equivoca al copiarlo. Estas mutaciones no suelen tener demasiadas consecuencias, salvo que, por azar, el virus mutado se contagie mejor, cause una enfermedad más grave o sea más resistente a las vacunas, es lo que se llama variante de preocupación. Hasta hoy se han descrito las variantes alfa originaria de Reino Unido, la beta proveniente de Sudáfrica, la gamma de Brasil, la delta o india, la ómicron, detectada en Bostwana y Sudáfrica en noviembre de 2021, y otras que han decaído por sí solas. En verano de 2021, la variante delta fue la predominante, pero desde finales de diciembre la ómicron es la hegemónica. Una vez ha entrado en un país, tarda sólo un mes en desplazar a la variante delta. En Sudáfrica, la gráfica de contagios fue espectacular, tal y como se puede comprobar en la imagen adjunta.

 

Las repercusiones en hospitalización, por suerte, no fueron en paralelo, quizá porque los infectados son en promedio más jóvenes y por la vacunación. La cuestión es que un mes y medio después, el pico allí ha cedido y es lo que esperamos que ocurra en España a mediados de febrero.

La contagiosidad o la rapidez de propagación de virus se mide según el R0 o número básico de reproducción. Se define como la cifra de casos que va a causar una persona infectada durante todo el período de contagio. El virus original (Wuhan) se estima que tiene un R0 entre 2 y 4, esto es, una persona enferma infecta entre 2 y 4 personas, mientras que la variante ómicron, la más rápida conocida, tiene un R0 de 10.

Los modos de transmisión son persona a persona y por vía aérea. Las gotas emitidas durante la respiración flotan en el aire hasta que se depositan sobre las superficies, donde el virus vive 2-3 días si son metálicas o de plástico.

El periodo de incubación máximo es de 14 días, lo que marcó con la duración inicial de la cuarentena según la OMS, aunque la verdad es que el 95% de personas tienen síntomas a los 7 días o antes, de ahí que la duración de las cuarentenas se ha ido reduciendo a medida que han aumentado la proporción de vacunados y el conocimiento de la enfermedad. La variante ómicron tiene un período de incubación que dura la mitad de sus predecesores.

Las repercusiones son variadas: al principio de la pandemia, el 80% tenía pocos o ningún síntoma, el 15% necesitaba ingreso hospitalario, el 5% pasaba a UCI y el 2,5% moría. Desde hace meses, en España, la proporción de enfermos que muere está sobre el 1%.

 

Si bien los fallecidos por COVID-19 suelen ser mayores y enfermos, también tenemos decesos de gente joven y sana

 

Aunque la enfermedad es más grave entre los adultos mayores, nadie está totalmente fuera de peligro. De hecho, al principio, el 80% de los enfermos tenían entre 30 y 80 años, en los últimos brotes la edad ha ido bajando y la variante ómicron afecta a individuos más jóvenes, más de la mitad tienen entre 20 y 40 años. Eso sí, las posibilidades de morir aumentan a mayor edad y a más enfermedades coincidentes (diabetes, bronquitis crónica, problemas de corazón, cáncer…), pero puede morir gente de todas las edades. La evolución de la enfermedad grave la explica muy bien la fisioterapeuta Karen Gallardo en la edición del 3/1/22 de Los Angeles Times. Y, lamentablemente, en Mallorca tuvimos dos decesos por COVID-19 de jóvenes sin enfermedades previas, uno de un joven de 25 años en Navidad de 2020, y un segundo en una mujer de 19 años en agosto de 2021, ninguno de los dos estaba vacunado. Aunque son casos poco frecuentes, no hay que confiarse jamás.

Los niños infectados o no muestran síntomas, o suelen ser leves. En el poco probable caso de que tengan una enfermedad grave, se suelen recuperar bien. La mortalidad infantil por COVID-19 es excepcional.

Entre los síntomas de la enfermedad destacamos de mayor a menor frecuencia: fiebre, fatiga y tos seca. La recuperación tarda entre dos semanas para los casos más leves y seis para los más graves. La pérdida del gusto y del olfato es muy típica de la COVID-19, pero es menos frecuente en la variante ómicron.

La reinfección por COVID-19 es posible y ocurre en el 10% de los casos.

El diagnóstico se hace mediante el test de antígenos y las PCRs. Las pruebas de antígenos detectan sólo aquellas personas que eliminan más virus y, por tanto, tienen más capacidad de infectar, mientras que la PCR se hace positiva con cargas virales más bajas. Se cree que el rendimiento de los tests de antígenos será menor en los vacunados, pues tienen menos carga viral. Puede ocurrir que alguien sea portador del virus y la prueba de antígenos sea negativa. Entonces, si tienes síntomas pero el test es negativo, mejor aíslate y repítelo a las 12-24 horas, pues puede pasar a positivo cuando aumente la carga viral.

 

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