Hace ya 8 días que se ha publicado en la prestigiosa revista The Lancet el nacimiento del primer niño gestado dentro de un útero trasplantado. Los artífices, el equipo del profesor Brännström, de Göteborg (Suècia), ya llevaban más de una década investigando el tema. De hecho, ya son 9 las mujeres trasplantadas por su equipo, aunque en 2 de ellas el procedimiento fue un fracaso, ya que el útero recibido dio problemas antes de demostrar utilidad alguna y tuvo que ser extirpado.
Me resistí a transcribiros simple y asépticamente la noticia porque quería acceder al artículo original y revisarlo críticamente desde mi experiencia práctica en Reproducción Asistida y en Cirugía Ginecológica. Una vez analizado el caso, son varios los aspectos que destacaría:
– El trasplante uterino es para aquellas mujeres sin hijos a causa de falta de útero desde su nacimiento o como resultado de una operación, entonces, el número de candidatas a este procedimiento será mínimo.
– La alternativa al trasplante de útero es la subrogación uterina (úteros de alquiler), que aunque no es legal en muchos países, sí que es accesible con un presupuesto generoso. Por otra parte, el procedimiento del trasplante uterino posiblemente sea mucho más caro y seguro que es más dañino que la subrogación al uso.
– Las receptoras uterinas, al menos por ahora, tienen que someterse a una fecundación in vitro que obtenga suficientes embriones de buena calidad. Lo que se persigue es que la receptora al menos geste hijos con sus genes. Otra cosa es que el embarazo se pueda conseguir de forma natural, asunto que a día de hoy no está resuelto, pues la cirugía no restablece totalmente la anatomía.
– La donante del útero, si pretendemos que sea viva, será necesariamente una mujer mayor que tenga cumplidos sus deseos reproductivos (en el caso que nos ocupa, una mujer sana de 61 años que fue operada durante 10 horas para extraerle el útero). No se sabe la repercusión que puede tener un órgano añoso sobre los resultados gestacionales. Además, la capacidad de soportar una cirugía complicada disminuye con la edad e implica dilemas éticos por no ser claramente necesaria.
– El embarazo que eventualmente se pueda conseguir se desarrollará bajo tratamiento con derivados de la cortisona e inmunosupresores (fármacos antirrechazo). La cortisona puede fomentar el nacimiento de bebés de bajo peso y con un perímetro craneal más bajo, circunstancia que podría interferir negativamente sobre su desarrollo psicomotor futuro. Los inmunosupresores pueden favorecer la hipertensión y ésta suele conducir a partos prematuros, como el de este caso (feto nacido a las 31 semanas, esto es, 2 meses antes de cumplir).
– Los partos serán, de momento, mediante cesárea, pues mejor no tentar la suerte poniendo a tensión la unión artificial entre el útero de la donante y la vagina de la receptora.
– Otro tema es que una vez cumplido el deseo reproductivo, lo normal será que la paciente quiera operarse de nuevo y extirparse el útero, para no tener que tomar más medicación antirrechazo.
En resumen, que no es oro todo lo que reluce, y no serán pocos los dilemas éticos y las consideraciones económicas que deberá vencer este nuevo procedimiento si se quiere quedar dentro del arsenal médico. Probablemente, algunos esfuerzos menos espectaculares brinden más cantidad y calidad de vida a las pacientes.
Fuente: The Lancet